Prólogo

El sonido del mar arrullaba a las nubes de aquel paradisíaco lugar al grado de hacerlas sollozar. Las olas se escuchaban a lo lejos conversando con el arrecife, mientras en una saliente de la jungla que era vecina de aquel lugar, la figura de dos personas se abría paso sobre la maleza.

- "La encontré!! Mira! Arriba de esas hojas!"- exclamaba con admiración la voz de una dulce joven mientras señalaba con su mano un ramo de flores.

Su compañero, un joven delgado y enamorado, sonreía, mientras de su mochila sacaba un cuadernillo, un lápiz y una cámara que le pasaba a su compañera.

- "Cordia Sebestena.... es verdad lo que comentaban los habitantes de ese pueblito, las de aquí tienen un tamaño mayor al habitual de todas las que hemos visto aquí en Quintana Roo"-  comentaba la joven mientras le tomaba fotos a aquellos bellos ejemplares.

Su compañero se recostó sobre el tronco de un gran árbol, que, junto con él, era testigo de ese mágico momento. Abrió el cuadernillo y al pasar unas cuantas hojas hasta encontrar una limpia, comenzó a dibujar las flores mientras con una sonrisa asentía con su cabeza al comentario de su compañera.

Después de la breve, pero intensa, sesión de fotos. La joven fijó su atención en su compañero, quien estaba inmerso en los trazos, frunciendo el ceño y con una mirada penetrante.

-" Sabes? Amo esa mirada..." - comentó la joven mientras se acercaba poco a poco a él  -"Podría recorrer el mundo para tomar fotos a todas las flores que existen, solo para ver esa mirada mientras tú las dibujas.." - concluyó.

El joven por un momento perdió toda atención a su arte para fijarlo en la razón por la cual su pecho suspiraba. Ambas miradas se encontraron provocando una luz intensa en sus corazones.

- " Juntos hasta encontrar la legendaria Lluvia Celeste... "- susurró la mujer mientras se acercaba a los labios de su amado sellando la promesa con un beso.

Flores, dos humanos y un momento que quedó grabado en las estrellas del amanecer de aquel caluroso día de Agosto.